La primera vez que le vi fue en la ladera de una montaña, descansando junto al río. Una expresión melancólica le surcaba el rostro. Sus ojos, grandes y felinos, eran los ojos de aquel que lo había perdido todo. Su larga melena, brillante y plateada, ondeaba junto al viento. En sus labios, finos y rosados, no se reflejaba el menor atisbo de sonrisa. La sangre que bañaba sus manos realzaba la palidez de su piel, otorgándole un aspecto fantasmal; casi decrépito. Sus cejas, levemente fruncidas, combinaban a la perfección con su nariz, tersa y perfilada. Era un ser de una belleza extraordinaria, inhumana, rebosante de elegancia.
Nunca pensé que un joven asesino podría resultar tan atractivo.
3*ESO C
No hay comentarios:
Publicar un comentario